jueves, 10 de diciembre de 2015

CAPÍTULO 8. PECAS DE A KILO

Hay personas cuya buena suerte se hace a base de infortunios.- concluyo Eddie Álvares, ex licenciado de Teresa. Y ese fue el caso de Teresa  Mendoza.

Este capítulo  trata de cómo es que la mejicana, como muchas ya le decían, salió del el Puerto de Santa María.
La Mendoza, se decía, que había salido de allí, no gracias a Eddie Álvares, su licenciado; sino gracias a Patricia O´Farrell, cuyos abogados le hicieron el papeleo.

Según su abogado, argumentaba, que el tenia otras cosas que hacer y que lo de la mejicana estaba en punto muerto. Él no podía hace más. Según esto no le quedaba dinero y él no podía con ese caso,  no había con que pagarle.
Para esto, al salir la mexicana de la cárcel lo agarró por las pelotas, lo exprimió y lo dejo cuando ya no le era útil.
Antes de soltarlo, según, la había traicionado. Todo esto era una suposición; ya que, si esta hubiese sido, Eddie no seguiría con vida y no relataría esto.

Después de año y medio de rutina y orden estricto, Teresa arrastraba hábitos, que, al cabo de tres meses de libertad, aún la hacían sentirse más incómoda allí que tras las rejas.
O´Farrell había hecho algunas llamadas para conseguirle trabajo a la mejicana con un amigo llamado Tony que tenía un changarrito en las orillas de la playa, dándoles de comer a los turistas que por ahí andaban.
U na noche, Tony le aviso que tenía una llamada. Al contestar y decir bueno; reconoció rápidamente la voz. Año y medio oyéndola día y noche, era tiempo de sobra. Por eso sonrío y luego rió en voz alta, con franca alegría. Órale, mi teniente. Que padre oírle otra vez, carnalita, decía la Mendoza.

Después de tanto tiempo de estar afuera del as rejas y sentirse como bicho raro entre la sociedad, una voz conocida, le era de gran felicidad.
La teniente ya había salido.

El motivo de su llamada era para invitarla a una fiesta que le habían organizado sus hermanas.
Ya en la fiesta, después  de cruzar algunas palabras, ya habían bebido mucho las dos, pero no lo suficiente para caer y segur charlando.
La teniente le cuenta su historia de su tesoro.
Al término de su historia le dice la teniente que si sabía porque le había contado  todo eso. La mejicana asintió con la cabeza.

La tenienta se lo cuenta porque quería recuperar todo ese clavo de perico y quería que le ayudara a recuperar todo ese cargamento. Ella, la Mendoza, ya había hecho ese tipo de cosas increíbles. La Mendoza le pregunta que ella que ganaba con ayudarla. Ella le contesta que la mitad de todo. Salvo que quisiera seguir echa una pira en el changarrito. 

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