Hay
personas cuya buena suerte se hace a base de infortunios.- concluyo Eddie Álvares, ex licenciado de Teresa. Y ese fue el caso de Teresa Mendoza.
Este capítulo trata de cómo es que la mejicana, como muchas
ya le decían, salió del el Puerto de Santa María.
La Mendoza, se decía, que
había salido de allí, no gracias a Eddie Álvares, su licenciado; sino gracias a
Patricia O´Farrell, cuyos abogados le hicieron el papeleo.
Según su abogado, argumentaba,
que el tenia otras cosas que hacer y que lo de la mejicana estaba en punto
muerto. Él no podía hace más. Según esto no le quedaba dinero y él no podía con
ese caso, no había con que pagarle.
Para esto, al salir la
mexicana de la cárcel lo agarró por las pelotas, lo exprimió y lo dejo cuando
ya no le era útil.
Antes de soltarlo, según, la
había traicionado. Todo esto era una suposición; ya que, si esta hubiese sido,
Eddie no seguiría con vida y no relataría esto.
Después de año y medio de
rutina y orden estricto, Teresa arrastraba hábitos, que, al cabo de tres meses
de libertad, aún la hacían sentirse más incómoda allí que tras las rejas.
O´Farrell había hecho algunas llamadas
para conseguirle trabajo a la mejicana con un amigo llamado Tony que tenía un
changarrito en las orillas de la playa, dándoles de comer a los turistas que
por ahí andaban.
U na noche, Tony le aviso que tenía
una llamada. Al contestar y decir bueno; reconoció rápidamente la voz. Año y
medio oyéndola día y noche, era tiempo de sobra. Por eso sonrío y luego rió en
voz alta, con franca alegría. Órale, mi teniente. Que padre oírle otra vez,
carnalita, decía la Mendoza.
Después de tanto tiempo de
estar afuera del as rejas y sentirse como bicho raro entre la sociedad, una voz
conocida, le era de gran felicidad.
La teniente ya había salido.
El motivo de su llamada era
para invitarla a una fiesta que le habían organizado sus hermanas.
Ya en la fiesta, después de cruzar algunas palabras, ya habían bebido
mucho las dos, pero no lo suficiente para caer y segur charlando.
La teniente le cuenta su
historia de su tesoro.
Al término de su historia le
dice la teniente que si sabía porque le había contado todo eso. La mejicana asintió con la cabeza.
La tenienta se lo cuenta
porque quería recuperar todo ese clavo de perico y quería que le ayudara a
recuperar todo ese cargamento. Ella, la Mendoza, ya había hecho ese tipo de
cosas increíbles. La Mendoza le pregunta que ella que ganaba con ayudarla. Ella
le contesta que la mitad de todo. Salvo que quisiera seguir echa una pira en el
changarrito.
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