Este capítulo no relato la
vida de Teresa Mendoza al interior de la cárcel de mujeres, después de su
accidente en el Puerto de Santa María.
Todavía era invierno y el
rectángulo de la luz que se movía en dirección opuesta al sol. Calentaba sus
huesos a medio soldar bajo el yeso del brazo derecho. A su alrededor, medio
centenar de mujeres, charlaban en coros, sentadas como ellas al sol, también
tumbadas de espaldas aprovechando para broncearse un poco, o pasaban en
pequeños grupos de un lado a otro del patio, con la forma característica de
caminar de las reclusas.
La vida ahí adentro era una
rutina. Todos los días era lo mismo para todas las reclusas. Fumaban tumbadas
en el suelo aprovechando los rayos del sol, como lo hacía Teresa Mendoza.
Ahí dentro conocía a Patricia
O´Farrell, apodada la “Teniente O´Farrell”. Entre las chicas se rumoraba un
dato. O´Farrell era bisexual.
Ya con este dato, era de
suponerse que la teniente O´Farrell quisiera ser amiga de Mendoza. Si, solo
quería tener relaciones sexuales con ella. Aunque Mendoza no era así.
Estas dos solo estuvieron como
compañeras de celda un año y luego salieron con diferencia de pocos meses.
Dentro de la prisión, en ese
año; O´Farrell le organizó una fiesta de cumpleaños a Teresa; con alcohol,
cigarros, drogas, pero sobretodo alcohol. En esa fiesta, la teniente O´Farrel le
declara a Mendoza que le gustaba, mientras ella se masturbaba viéndola a los ojos hasta llegar al clímax
Ya al término de esa fiesta la
teniente le hizo una confesión a la
Mendoza. Decía que afuera tenía un tesoro escondido. Le dijo que saliendo de
ese lugar iría a buscarlo y la Mendoza con ella. Juntas recuperarían ese tesoro.
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